27 de enero de 2022
27 de enero de 2022
Autor: Stan Aronow
Prepárate para los efectos de los mercados económicos, los riesgos geopolíticos y comerciales y el cambiante panorama de la salud a escala mundial.
En resumen:
El año pasado, aproximadamente por estas fechas, escribí un artículo titulado 2021: nuestro año espejo, en el que anunciaba con toda cautela una recuperación del crecimiento económico y la posibilidad de encontrarnos de nuevo ante unos “felices años 20”. Si bien el escenario a largo plazo sigue apuntando en esa dirección, reconozco que la evaluación de este año es forzosamente más realista que optimista. Así pues, ¿hacia dónde nos dirigimos? Veamos la situación desde la óptica de los mercados económicos, los riesgos geopolíticos y comerciales y la salud mundial.
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La tasa de inflación de los bienes elevada durante varios decenios ha demostrado perdurar en 2022, con un índice de precios industriales en EE. UU. cercano al 10 %. Las empresas del sector servicios, uno de los más grandes, han entrado en una espiral de salarios-precios potencial, con incrementos salariales aplicados en 2021 y anunciados para principios de 2022. ¿La reacción? Los bancos centrales de la mayoría de los mercados desarrollados, incluida la Reserva Federal de los Estados Unidos, prevén aumentar los tipos de interés próximamente y comenzar a retirar las ayudas inyectadas en los mercados financieros con las anteriores compras de bonos. El efecto de las intervenciones monetarias siempre es lento, por lo que las limitaciones y la inflación podrán empeorar antes de revertir su curso.
Los sectores que requieren mayores inversiones a lo largo de varios años para impulsar su capacidad (como el de los semiconductores) podrán experimentar un incremento del suministro acompañado de un freno en la demanda. Es más, a medida que los resultados de 2021 van utilizándose como base comparativa, los efectos combinados apuntan hacia una contracción económica. El mejor augurio sería un aterrizaje suave pilotado por los bancos centrales, con una intervención fiscal ocasional.
Sin contar los cien mil efectivos militares rusos apostados en la frontera oriental de Ucrania ni los impredecibles regímenes de Irán y Corea del Norte, existen muchos riesgos geopolíticos y comerciales acechando que podrían constreñir las cadenas de suministro. Después de un año, las repercusiones económicas del Brexit se ven con mayor relieve, incluidos la burocracia adicional para cruzar las fronteras internacionales, la alteración de los mercados de mano de obra y un crecimiento comercial anémico debido a unas normas fiscales y tarifarias menos favorables.
El factor más importante para 2022 es, sin duda, China. La presión ininterrumpida sobre Taiwán, los movimientos de expansión en Asia oriental y la insistencia interna sobre las corporaciones para que colaboren con el objetivo de “prosperidad común” del gobierno van a salpicar a las cadenas de suministro corporativas que prestan servicio a estos mercados. Los movimientos de China para acorralar a los mercados y obtener el suministro de minerales esenciales para los sectores tecnológico y de vehículos eléctricos, así como el desarrollo constante de un sector chino de alta tecnología autónomo, añadirán presión a otros actores de estos sectores.
El impacto más amplio a medio plazo en las cadenas de suministro probablemente vendrá de las políticas sanitarias de China. Aunque el programa de covid cero del gobierno chino resulta draconiano y sumamente disruptivo para sus ciudadanos y para la economía en general, será difícil dejarlo atrás. A medio plazo, la opción de convivir con el virus en un estado endémico probablemente resulte excesivamente impredecible para que la adopten los responsables políticos chinos.
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En este frente, el curso de la pandemia de COVID-19 presenta varias bifurcaciones posibles. Uno de los escenarios más plausibles es que este coronavirus pase a ser endémico, el quinto ya en establecerse entre los humanos junto con los otros cuatro de tipo “estacional” que causan resfriados relativamente leves y llevan décadas circulando entre nosotros. Los estudios de estas otras variantes estacionales han demostrado que, si bien no mutan al mismo ritmo que otros virus como el de la gripe o del VIH, sí lo hacen lo bastante rápido como para reinfectar a las personas contagiadas en oleadas anteriores (por ejemplo, con la variante del año previo). Un apunte más positivo es que estas nuevas variantes probablemente sean más leves y presenten unas tasas de hospitalización y mortalidad más parecidas a las de la gripe. En cuanto los gobiernos y las empresas alivien las estrictas normas de cuarentena en consonancia con la disminución del riesgo de infección, muchos de los cambios disruptivos que ha causado la pandemia en el abastecimiento, la fabricación y la logística también se suavizarán.
La entrada en la etapa endémica probablemente también requiera una tasa suficiente de inmunidad mundial y el mantenimiento de los protocolos de salud y seguridad durante los períodos en que la COVID-19 resulte más contagiosa y virulenta. Los esfuerzos dedicados a desarrollar y distribuir vacunas “universales” para el coronavirus y conseguir la inmunidad frente a las distintas variantes podrían acelerar el paso hacia un estado endémico.
De una cosa no hay duda: en 2022 se producirán giros de guion inesperados que exigirán a las cadenas de suministro mantenerse ágiles, resilientes y adaptables. Aunque el recorrido de dos años que nos ha llevado hasta este punto ha resultado agotador, debemos seguir manteniendo la diligencia. Los responsables de empresa nos comentan que sus consejos de administración y comités ejecutivos padecen la fatiga de las disrupciones de la cadena de suministro y quieren saber cuándo podrán superarla. Como comunidad, tendremos que pilotar nuestro propio aterrizaje con suavidad a medida que los mercados vayan recuperando el equilibrio perdido.
Este artículo se publicó originalmente en la red de blogs de Gartner.
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